¿Por qué Pelean las Parejas?
- Sandra Romero O.
- 16 ene 2023
- 7 Min. de lectura

En nuestra práctica observamos cuán importante suele ser para la gente el tener una pareja, compartir un sueño y formar una familia. Pero también solemos escuchar muy a menudo acerca de los diferentes des-encuentros de parejas, todos estos causantes de gran infelicidad.
Entonces, sí para las personas les es tan importante tener un compañero de vida ¿por qué pelean las parejas? ¿por qué si es tan vital compartir un proyecto con la persona amada, es que hay tantos desencuentros en el día a día? ¿Cuál es el motor de tantas e innumerables confrontaciones?
Si bien tenemos claro que no hay un solo un tipo de pareja, sino tantos tipos de parejas como configuraciones familiares existen, dentro de sociedades y culturas diferentes, y que como se dice comúnmente, cada familia es un mundo; hemos observado que en general las parejas pelean por cosas muy similares.
En todas las parejas se ponen en marcha dos procesos que son vitales para la supervivencia de la misma: la acomodación y la complementariedad. Estos dos procesos son los que permiten a la pareja acomodarse el uno al otro, complementarse en lo que el otro necesita y comenzar a funcionar de a dos de manera armónica, en una relación en la que ambos se encuentren satisfechos. Es un proceso por el cual cada uno cede un poco de su individualidad para conformar un nosotros, es decir, que ganan en pertenencia sin perder individualidad.
Sin embargo, es normal que en este proceso de acomodarse y complementarse las parejas se peleen. De la misma manera que en una danza se pone en funcionamiento la coordinación motora, el sentido de la audición, de la visión y del equilibrio, sin ser consciente de que todo ello está en marcha cuando se está bailando; en una convivencia de pareja se entrelazan todas nuestras vivencias de niñez, las diferentes culturas familiares, las expectativas, las diferencias de género, las forma que tenemos de relacionarnos con otros y tantas otras cosas. En una palabra, se combinan dos historias para crear una nueva, pero si esta combinación, cómo generalmente pasa, no resulta exacta y precisa, pueden surgir desequilibrios.
Existen pues varios factores que dificultan este proceso, y que llevan a las parejas a discutir, trataremos de explicar los más importantes:
- Diferente cultura familiar: cuando dos personas deciden unirse en lo que se llama conyugalidad, ninguno de los dos viene en blanco, sino que llegan provenientes de un mundo particular. Cada uno proviene de una cultura familiar, en la que ha crecido y se ha desarrollado; cada uno trae mitos, mandatos y costumbres familiares que son las que han guiado la evolución de la familia y que en ese momento deben negociarse. Cada uno trae una forma de ver el mundo, de interpretarlo, y decodificarlo. Cada uno aprendió una forma diferente de hacer las cosas. Y entre ambos tienen que encontrar una nueva manera de funcionar, propia de la pareja. Algunas costumbres permanecerán y otras se abandonarán. Dependerá de la capacidad de la pareja el éxito o el fracaso en este periodo de adaptación en el que se establecen las nuevas pautas, los nuevos códigos en los que hay un “poco de ti y un poco de mí".
- Distintas vivencias personales: no solo nos referimos a las vivencias en el seno familiar sino también las experiencias personales, las fantasías, los modelos de relación de la familia de los amigos, las historias, las películas, los libros que marcaron en nuestra vida, y tantas otras cosas que imaginemos que se proyecta en ese nuevo entramado de dos, generando expectativas, exigencias y por ende tensiones, que al considerarse en relación con el ambiente y el contexto de la pareja, caracterizan los temas y el tipo de conflictos que los matrimonios han tenido en las diferentes épocas de la historia.
- Expectativas personales: el inicio de una vida de a dos está marcada, por decirlo de alguna manera, por todo aquello que cada miembro de la pareja espera del matrimonio, las expectativas, las fantasías, lo aprendido, lo recibido, lo deseado y lo soñado. Estas expectativas no siempre son explícitas ni conscientes, sino que forman parte de lo que la persona da “por sentado”, forman parte de lo inconsciente. Aquello que no está explícito es lo que viene a entorpecer el proceso, ya que se hace difícil lograr una acomodación mutua, cuando se desconoce lo que el otro espera o desea o cuando las expectativas de ambos son opuestas.
- Las diferencias de género: entre hombres y mujeres también implican otra variable importante en la comprensión de las peleas en las parejas. Es un hecho que hombres y mujeres somos diferentes, tenemos capacidades físicas diferentes, pensamos diferente, sentimos diferente, nos comunicamos de diferentes formas, y por tanto, también tenemos diferentes formas de relacionarnos. Cómo dice John Gray (autor de "Los Hombres son de Marte y las Mujeres de Venus") “Sin el conocimiento de su diferencia, los hombres y las mujeres se enfrentan unos a otros. En general, nos sentimos frustrados o enojados con el sexo opuesto porque hemos olvidado esta verdad importante. Esperamos que el sexo opuesto sea más como nosotros. Deseamos que “quieran lo que queremos” y “sientan como sentimos”.
- Las habilidades sociales: también representan otra variable relevante al buscar la raíz de los conflictos en una pareja. Entendemos por habilidades sociales, al conjunto de conductas aprendidas que se manifiestan en situaciones interpersonales. Es nuestra habilidad para tratar y congeniar con las demás personas. Sabemos que hay muchas formas de interactuar con los demás, pero ciertamente para llegar a un buen entendimiento no solo hace falta la palabra, ya que el 70% u 80% de nuestra comunicación NO ES VERBAL. En este proceso entran a tallar entonces habilidades sociales tan importantes como la empatía, la asertividad, el autocontrol, la capacidad de comprensión y la resolución de conflictos entre otras; y obviamente, cuando en una pareja alguno de los dos tiene dificultades en alguno de estos ámbitos es bien probable que ocurra una pelea. Y si los dos tienen dificultades en una o más de estas habilidades, el proceso de acomodación mutua y complementariedad se verá alterado por un devenir de desencuentros, que bien pueden llevar a la pareja al fracaso.
- El proceso de individuación: es un proceso de evolución y maduración psicológica que atraviesa todo el ciclo de vida (infancia, niñez, adolescencia, juventud, adultez, etc.), que tiene momentos críticos y en cada fase exige un nuevo nivel de resolución. Carl Jung propone que el proceso de individuación es aquel mediante el cual cada uno de nosotros viene a ser, lo que intrínsecamente y potencialmente es, desde su nacimiento hasta su muerte. Individuación significa pues llegar a ser un individuo, y en cuanto por individualidad entendemos, nuestra peculiaridad más interna, última e incomparable, es el llegar a ser uno Mismo. Por tanto, es un proceso bastante trascendente y que viene a jugar sus cartas en el establecimiento y sostenimiento de una pareja. Los modelos de individuación más tradicionales son modelos masculinos y ponen énfasis en la separación emocional temprana, en cambio los modelos más recientes hablan de la individuación desde un punto de vista también femenino y postulan la búsqueda de conexión emocional. En otras palabras, estos modelos diferentes nos dan una situación donde podemos ver al hombre buscando su independencia en la relación (porque eso es lo que ha aprendido), y a la mujer buscando estar conectada emocionalmente con él (por lo mismo). Lo que nos da una receta para el conflicto: "él huye y se aparta, y ella persigue y busca su compañía". Lo cierto es que “las personas no se individúan de los otros, sino con otros”, o sea que la identidad se construye dentro de las relaciones significativas con los demás.
- El vínculo afectivo en la infancia (apego): el mundo emocional de una persona se asienta en los primeros contactos del bebe con su mamá. El apego o vínculo afectivo que se establece entre madre e hijo, postula que el modelo representacional de las relaciones de apego, es un modelo representacional de sí mismo y de los otros, en términos afectivos y cognitivos. Es por eso, que estos modelos constituyen la base de la propia identidad y de la autoestima y tendrán, por tanto, una profunda influencia sobre las relaciones sociales de las personas. Algunos autores han comprobado la importancia del apego para el establecimiento de relaciones amorosas en la vida adulta. Según los estudios realizados por estos autores, aquellos sujetos que tienen una mejor historia de apego es más probable que tengan relaciones amorosas más satisfactorias y estables y confíen más en la pareja.
Después de todo esto podríamos pensar que muchas veces lo que sucede es que las personas traen a sus relaciones presentes heridas pasadas no resueltas, y que por lo general salen a la luz al compartir su vida con el otro. Estas heridas suelen darse en la infancia y responden básicamente a lo que Juan Luis Linares (Psiquiatra español y destacada terapeuta familiar) ha llamado: nutrición relacional, refiriéndose a: "la vivencia de ser complejamente amado".
Entonces ¿Qué pasa si esta vivencia de ser complejamente amados no fue grata, o no se dio, o se dio de forma ambivalente, o en cualquiera de sus formas poco saludables? ¿Será que los conflictos de pareja suceden por la extrapolación de esta particular manera de sentirnos amados? ¿Existirá una tendencia a repetir aquel patrón de nutrición relacional en el aquí y ahora con la pareja?
Pues sí, querámoslo o no, tendemos a traer nuestras experiencias infantiles no trabajadas a nuestra relación, y esto genera problemas recurrentes o entrampados en la pareja, pues ni uno mismo llega a entender el por qué de la pelea, o mejor dicho el por qué nos sentimos tan mal con determinada situación que se da con nuestra pareja.
En suma, con formas tan diferentes de ver las situaciones de la vida cotidiana y de comprender las relaciones, con tantas diferentes experiencias que nos han formado como persona, con diversas formas que tenemos de interactuar, de pensar, de sentir, etc… es bastante fácil que los desacuerdos se instalen en una relación.
Teniendo en consideración todos estos aspectos entonces nos replanteamos nuestra pregunta inicial, y nos preguntamos: ¿ES ESTONCES IMPOSIBLE NO DISCUTIR CON NUESTRA PAREJA?
Pues bien, no hay pareja que no discuta, no hay pareja que no pelee, mientras estas discusiones se den con respeto y sin dañar al otro, y la pareja se proponga trabajar en la aceptación de las diferencias, entonces podrá tener un proceso de acomodación mutua y de complementariedad que les permita la supervivencia de la pareja. Cuando uno es capaz de analizar las situaciones pasadas que se gatillan en nuestro presente y las resuelve, se asegura un futuro más prometedor ya que no serán situaciones que se presenten sin conocimiento ni dominio de nuestra parte. Cuando uno realiza este ejercicio en pareja, se asegura un nivel de conocimiento profundo entre ambos, posibilita el entendimiento mutuo, genera compasión, empatía y por tanto un mayor nivel de conexión emocional. Puede que sigan discutiendo pero seguramente sabrán cómo resolver estos desacuerdos de forma más efectiva.
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